martes, 1 de mayo de 2007

“Yo no daría la vida ni por mi propia vida”-Entrevista a Claudio Gaete. Por Leonardo Sanhueza (publicado en LUN)


El poeta Claudio Gaete lanza su primer libro “El Cementerio de los Disidentes”. Los muertos del camposanto más antiguo de Chile dan pie a esta impecable colección de poemas, en la que todo se dice yéndose por las ramas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El poeta Claudio Gaete lanza su primer libro “El Cementerio de los Disidentes”

-Los muertos del camposanto más antiguo de Chile dan pie a esta impecable colección de poemas, en la que todo se dice yéndose por las ramas.-

En sólo dos años, el poeta Claudio Gaete se ha disparado como una de las figuras más interesantes de su generación, lo que se ha visto reforzado por una vorágine de reconocimientos.
Ganador del Concurso Iberoamericano de Poesía Neruda 100 Años, del Premio Enrique Lihn de la Universidad de Valparaíso y de los Juegos Literarios Gabriela Mistral, aparte de sendas becas de la Fundación Neruda y el Consejo Nacional del Libro y la Lectura, este creador de 27 años, que además es sicólogo, músico y estudiante de literatura, se ha mantenido paradójicamente en el más absoluto y silencioso bajo perfil.
Su primer libro, “El Cementerio de los Disidentes”, acaba de ser publicado por Ediciones del Temple y fue presentado anoche en La Chascona, lanzamiento que tendrá su bis hoy a las 19:00 horas en La Sebastiana, de Valparaíso, ciudad en la que Gaete reside actualmente.
-Comencé a escribirlo hace como cuatro años -cuenta-, aunque hay reelaboraciones de poemas y fragmentos que escribí a los diecisiete. Trabajo en base a muchas anotaciones, pero no tengo apuro en publicar, sino en crear y explorar, sencillamente porque lo necesito.
-¿Por qué elegiste el Cementerio de los Disidentes?
-Cuando me vine de Temuco a Valparaíso llegué a vivir a una casa del cerro Cárcel y desde la ventana del segundo piso podía ver el Cementerio de los Disidentes, que es el primer cementerio de Chile, fundado en 1825, y comencé a visitarlo. Un día encontré una lápida verde con un epitafio en inglés realmente precioso. Lo incluí en el libro, es el epitafio de William Lean, que murió en 1859, a los 26 años, la edad que yo tenía al terminar el libro. Esas líneas te invitan a prepararte, sin consuelos, para la muerte, y eso tal vez me ayudó a nuclear este libro que yo venía presintiendo precisamente como un ars moriendi o un conjunto de procedimientos eutanásicos que una sociedad secreta de disidentes hace suyo o inventa con tal de luchar contra el reino de Mongo, contra los años gigantes y contra la noche de la historia chilena, como dice Ennio Moltedo.
-En tu libro hay muchas digresiones, incluso hay digresiones acerca de las digresiones. ¿Puedes hacer una breve digresión sobre eso?
-Uno de los autores que cita Vila-Matas en su novela sobre el síndrome Bartleby define las digresiones como métodos de aplazamiento, de ir hacia donde tienes que ir pero hacerlo merodeando durante el camino, deteniéndose, desviándose, sacando la vuelta, yéndose por las ramas. Y yo escribo así un poco. Esto tiene que ver con las Ítacas y con un deseo de decepcionar las expectativas del lector, y desde luego traicionarme a mí mismo. Estoy con los que no darían la vida por su propia vida, y probablemente éste sea el motivo por el cual siento afinidad con la actitud de John Ashbery ante el lenguaje, más incluso que con algunos de sus resultados. Ahora eso me está llevando a ampliar los registros en una búsqueda que se acerca al modo de trabajo del novelista o el dramaturgo.

6 de mayo de 2006