miércoles, 26 de marzo de 2008

Ennio Moltedo y la noche por Juan Cameron (publicado en letras www.s5.com)


El Premio Especial de la Crítica del Círculo de Críticos de Arte recayó, en 1997, en el poeta Ennio Moltedo. Aunque este reconocimiento resulte casi desconocido, se trataba de una acertada decisión pues la huella de Moltedo está marcada en la actividad editorial de la ciudad con esa impronta de corrección y perfección que ya conocemos en su escritura. (...)
En un libro también cuidadosamente impreso, La noche, el octavo poemario de Ennio Moltedo, la portada repite El imperio de la luz de René Magritte.

1 comentario:

Eduardo Jeria Garay dijo...

El Premio Especial de la Crítica del Círculo de Críticos de Arte recayó, en 1997, en el poeta Ennio Moltedo. Aunque este reconocimiento resulte casi desconocido, se trataba de una acertada decisión pues la huella de Moltedo está marcada en la actividad editorial de la ciudad con esa impronta de corrección y perfección que ya conocemos en su escritura. A él pertenece el cuidado, tipografía y layout de la revista Libertad 250, que por varios números editara la Sociedad de Escritores de Chile Filial Viña del Mar, así como las entregas de la Editorial Municipal de Valparaíso: la novela El ángel de la muerte, de Sebastián Cisneros, y Poemas de jugar Valparaíso, de Patricia Tejeda y Armando Solari; ambos trabajos habían obtenido, en poesía y novela, el certamen literario convocado por tal sello hacia finales de 1996. Por otro lado, los Breviarios de la Editorial de la Universidad de Valparaíso son, junto a Allan Browne Escobar, de su responsabilidad, tanto como varias publicaciones internas de la Universidad Católica de Valparaíso. Se trata, pues, del editor indispensable quien, con su carisma, otorga un sello de distinción a los trabajos de sus colegas porteños.



Chile, la noche

En un libro también cuidadosamente impreso, La noche, el octavo poemario de Ennio Moltedo, la portada repite El imperio de la luz de René Magritte. Oculta, tras ella, en la contraportada aparece su texto nº 15: "Noche, del latín nocte; éste del griego nyntos; y éste, a su vez, del sánscrito nakta. En alemán se dice nacht; en inglés night; en italiano, notte; en portugués, noite; en francés, nuit; en catalán, nit; en walón, nute". En Chile la noche es eterna. La opción es clara: hacia el fin de la noche apunta el escriba. Y quien mire este libro al trasluz descubrirá su contenido.

El esquema de la noche puede, con todo, simplificarse como una fórmula matemática para facilitar su comprensión. Existe el individuo de bien -con el cual el autor se identifica- destinado a cumplir su tarea en la sociedad. Es el artista, el vocero de la comunidad, al cual se opone alguien, casi un ente, enquistado en su programa: un estereotipo surgido de varias conductas -notorias, bastas, poco sutiles- las cuales arman a pedazos este monstruo que invade el lugar asignado para él en esta historia. Jóvenes -recomienda- no se registren, no se anoten. No frecuentar escritorios y esperas en socavones nauseabundos, entre aceites y comidas y hojas viejas volando tras el polvillo de pantallas que repiten, sin saber, lo mismo.

El desconfiado lector se pregunta si habrá sido, él, el modelo del necio al cual apunta sus dardos el poeta Moltedo. La interpretación puede ser dolorosa; las claves se respiran en esta protesta furiosa y sin límites contra la estupidez y la ocupación: Obsérvalo. Escúchalo. Así es: un jurisconsulto./ Mito de foro en feria y cantinela de sabio de barrio cívico con cartón y foco en puerta y familia arriba de la mesa y balanza veloz hasta dejarnos en la calle sin blanca, sin respiración.

El necio es reconocible; usa camisa gris y viene de regreso de una aventura libertaria. Perdió, más convirtió su propia derrota en la victoria: se reconvirtió, es un converso; sus armas son el olvido y la revisión; su expediente es el silencio; su norte el triunfo. Tiene las manos limpias sin embargo; la sangre cicatriza en su archivo burocrático. Cuando no, es el burócrata quien roba al artista su gestión cultural para hacerla propaganda, turismo, mal chiste de la realidad: La iguana guardó silencio durante años y ahora se relame y señala a quienes deben desaparecer -estéticamente hablo-, a quienes autoriza para morder el fruto y quienes pueden mostrar al público su arte si éste ha sido vendido conforme a plantilla y decálogo.

Tanta pasión sorprende y atrae. Moltedo, el más silencioso de los poetas de la Generación del 50, derrama toda la fuerza y la fluidez de un lenguaje contenido a través de sus libros anteriores. El finísimo autor, cuya figura se niega a aparecer y rehuye a la fotografía y a la noticia, escapa a su propia contención. Ha llegado a la madurez. Su palabra retumba en la plaza pública así redoble de campanas; y sin embargo nadie la escucha ni comenta. Es más -dice quien calla- resulta inconveniente a este proyecto de país ("estamos en eso, Dios mediante"), no colabora, no cree, no piensa en positivo. Moltedo es molesto; un moralista gritón: En vez de tanto ojo en blanco y pucheros morales hoy, en tiempos de paz, ¿por qué no pronunciaste una sola palabra en tiempos de muerte, mierda? ¿Pero, qué se habrá creído? Se niega a la imagen, se niega al eufemismo, no aprecia el esfuerzo por convertir la capital de la cultura en patrimonio de la humanidad. Y peor aún, a su condena agrega un verso limpio, claro, impecable con una fuerza que ya se quisiera cualquier constructor de transiciones.

La razón es simple: el oficio del individuo apunta a lo permanente y, por naturaleza, se opone al "evento", a la mesa del diálogo, a la tardanza inútil de la discusión impuesta para demorar su acción: Ustedes acataron instrucciones y aplaudían arriba de las mesas el recuento después de borrar y marcar. Las consecuencias hasta hoy. Hasta mañana. Hasta nunca jamás.

Y qué camino tomar entonces; él mismo se pregunta: ¿Toga, capuchón, mameluco? Existen soluciones -Bien, Galileo. Escapaste por un pelo. Ahora, noviembre de 1992, estás oficialmente reivindicado- en las que el poeta no cree.