martes, 14 de agosto de 2012

Ennio Moltedo, el poeta invisible, en "Ciudad de Valparaíso"


Los tipos duros no bailan, declaró Norman Mailer en 1984 y Moltedo se sintió identificado. Dice que los buenos poetas jamás son el alma de la fiesta. Escribe para evitar hablar y si pudiera sería invisible. Pero ahí está su obra, desde 1959 hasta hoy no ha parado de decir. Quiéralo o no, tanto Mailer como él llevan el ritmo por dentro.
Ennio Moltedo tiene un evento al que ir. Es mediados de los años cincuenta y él está en sus veinte. Sale silencioso de su casa en Viña del Mar y camina hacia la Avenida Marina. Una vez allí, mira a su alrededor y luego saca un cigarrillo de su chaqueta. Lo prende y aspira con placer. Nadie que lo conozca a él o a su familia puede verlo fumar. Un cigarro hasta el Cap Ducal y otro hasta Caleta Abarca, piensa, y entre el humo de sus bocanadas observa:- El horizonte es el gran espectáculo. Se amuebla, aparecen cosas, las que tú quieras, cambia todos los días y es gratuito.
Mirar el mar era el máximo panorama del joven Moltedo (1936). Claro, después de la lectura. Cree que empezó a devorar libros para entretenerse, ya que era el único hombre entre sus hermanas y su mamá; su progenitor murió cuando él tenía alrededor de cinco años. Yo hacía una vida muy independiente, tal vez porque me faltaba el padre. Me refugié en el mundo de la literatura y leí como malo de la cabeza días enteros, noches enteras. He sido muy feliz en eso, es como comer pasteles a cualquier hora.

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